Lo dejamos Sus luces me daban en la cara. Me llevaron a casa. No hubo respuesta. El pelo en la cabeza de mi padre estaba alzado en mechones dementes. Ooh, mierda Estaba tratando de ponerme a la fuerza de rodillas. Mi cara estaba ya casi encima de ello. Fue un gancho perfecto. Me di la vuelta para mirarla.
Me puse a hacer dedo. Los coches pasaban de largo. Era un viejo amigo, Timmy Hunter. Timmy, necesito un trago. Conozco un buen bar en Inglewood. Yo estoy demasiado borracho para conducir.
Su charla era buena. Timmy hablaba y hablaba. Las bebidas siguieron circulando. Timmy charlaba. Se estaba haciendo de noche. Eran las 10 de la noche. Timmy y yo subimos hasta la mitad de las escaleras. Estaba solo. Apenas estaba comenzando a amanecer. Estaba en mangas de camisa. Me pusieron mi propio par de esposas. Mi caso era el segundo. Bajamos hasta su coche, entramos.
Pasamos junto a algunos bares baratos del bajo Broadway. Estuvo a punto de pasarse un disco en rojo. Circulamos en silencio. El encargado era un tipo feo y de gran estatura sin rastro de culo. Pasa primero ese pedido de Williams Brothers.
Yo sellaba un «pedido devuelto» en la etiqueta de empaquetado y lo despachaba. Los precios de mi casa eran excesivos para un pobre asalariado como yo. La mudanza no fue muy dificultosa. Todas mis pertenencias no alcanzaban a llenar una maleta Me llamo Martha. Era puta.
Y entro en sus almacenes y cojo lo que quiero. Los vendedores no me dicen nada. El les ha dicho que me dejen tranquila. No quiere que su esposa sepa que yo tengo un polvo mejor que el suyo. Muy alta. Se meneaba con su toldilla verde, agitando las piernas.
El sudor estaba haciendo que se le corriese el maquillaje. De repente se estrecharon sus ojos. Yo estaba sentado en el borde de la cama.
Me estrujaba los huevos sin piedad con ambas manos. No le dio la gana. Era como si toda ella se hubiese convertido en una gran boca devoralotodo. Se puso a cantar: Cuando una nena de Nueva York dice buenas noches Ya es madrugada pasada Buenas noches, dulzura Ya es madrugada pasada Buenas noches, dulzura El lechero vuelve ya a su casa Me dejaban tranquilo.
Era ya tarde. Venga conmigo. Le queda bien Yo era un hombre que me alimentaba de soledad; sin ella era como cualquier otro hombre privado de agua y comida. Hubo un traqueteo y un rugido. Me puse la chaqueta. Me quedaba algo estrecha. Introduje mis piernas en ellos. Me dio una pluma y un impreso. No pude vender mis cuadros. Subimos todos juntos a uno de los vagones aparcados. Las bandas eran afiladas y curvas para amoldarse al contorno de la pared.
Me dejaron probar. Las bandas de metal resistieron mis esfuerzos. Los afilados bordes me hicieron cortes en las manos mientras trabajaba. Era inacabable. Una mujer se me quiso follar la otra noche. Yo le dije, «No, nena, no hay nada que hacer». Cuesta cinco pavos por lo menos el librarte de esos bichos. Trabajamos palmo a palmo hasta el final del convoy. Estaba todo oscuro. Los dos viejos me gritaron desde el siguiente convoy. Mis ojos comenzaron a acostumbrarse.
Me temblaban las piernas. Parece de oro. Los dos viejos me observaron. Me dieron un sucio delantal blanco y pesados guantes de lona. Las galletas para perros empezaron a moverse. Me di la vuelta. Las llamaradas del horno se elevaban a cinco metros de altura.
El interior del horno era como la rueda de un barco de vapor. Cada compartimiento era un arco de curva que abarcaba doce bandejas. Las bandejas eran pesadas. En tales trabajos la gente acaba agotada. Dice cosas disparatadas, brillantes.
Me emborrachaba todas las noches. Mis manos estaban chamuscadas y llenas de ampollas. El gnomo tortuoso estaba traumatizado.
Eran las de la tarde. El de la izquierda dijo que se llamaba Jim. Todas las sillas fueron apartadas. Estaba de vuelta en cinco minutos. Salieron juntos. Helen estaba de vuelta en cinco minutos.
Me dio algo de dinero. Y una botella de cerveza mientras espero. Ambas cosas. Le llamaban Billy-Boy. Me trajo dos cubos, algunos estropajos, bayetas y esponjas. El agua jabonosa me abrasaba. Los patrones del bar se acercaron a contemplar mi trabajo. Helen se fue hacia el retrete. Me lo fui montando. Todos trabajando con las persianas. Al poco rato toda la gente del bar estaba en la sala trasera. Finalmente las persianas quedaron limpias y colgadas.
Pasamos al bar. Tommy fue sirviendo bebidas. Las bebidas circularon de mi cuenta hasta la hora del cierre. La luz de la luna era brillante. Estaba completamente solo. Estaba tiritando descontrolado. Eran dos chicas. Una era un poco gordita, pero limpia y radiante, con un vestido floreado de color rosa. Su cabello era largo y oscuro, y su nariz era graciosa; tacones altos, piernas perfectas y llevaba una blusa escotada de color blanco.
Una ventana que estaba abierta. Tiene unas manos preciosas. Se ve que no ha trabajado en su vida. Era grandota y agradable. Intercambiamos frases amables. Era muy religiosa. Esperamos que pronto se ponga bien. Y espero que las chicas no le hayan molestado demasiado. Todo esto Yo estaba transfigurado, ardiendo. Se fue hacia las escaleras, dejando la puerta entreabierta.
Aguardamos con nuestros impresos de solicitud rellenados. Y estoy en mitad de una novela. Las paredes estaban pintadas de amarillo. Se utilizaba el correo para los repartos fuera de la ciudad. Larabee era el encargado. Klein era su asistente. Lara-bee mandaba. Klein estaba tratando de quitarle el puesto a Larabee. Algunas partes de ella me tocaban. Quedaba un espacio entre nosotros.
La distancia era demasiado grande. La amplia cama estaba cubierta de animales de pelu-che. El aire estaba perfumado. Las caligrafiaba con una pluma. Los enviaba por correo.
Nos sentamos en una mesa lateral y bebimos cerveza. Afuera estaba nevando. No eres realmente feo. Se sienta tan derecho. Y lleva puestas todas sus medallas.
Al poco rato ella estaba caminando a mi lado. Las grandes revistas usaban notas de rechazo ya impresas. Le he dicho que usted era escritor y ha querido conocerle. Pasaron unos cuantos minutos. Inhalaban, expulsaban el humo, me miraban. Me gustaban. Aquellos puros, los trajes lujosos. Viajes a Europa. Mujeres de primera. Ahorraba mis perras chicas. Eso era todo lo que un hombre necesitaba: esperanza. Pero el morirse de hambre, desgraciadamente, no ayuda a mejorar el arte. El mito del artista hambriento era una falacia.
Estimado Sr. Hemos estado observando su trabajo desde hace tiempo y nos alegramos mucho de aceptar este relato. Gertrude me atacaba, gritaba. Era deliciosa. Era toda llamarada y luz. Por un momento, estuve a punto de cruzar el jardincillo y abrazarla.
Con ese cuerpo. Con esos ojos. Gertru-dre, me voy de la ciudad. Lo he notificado hoy en el trabajo. Un fino bigo-tillos. Ojos ausentes. Nos dimos la mano. De hecho, sus piernas eran largas y adorables. No hablamos. Estoy en la ruina. Llevaba puestos unos pendientes verdes. Me sigues gustando, de todos modos. Me gustaste desde el primer momento. Ella lo hizo. Las recoge, luego las lleva a su casa, las desnuda y luego las raja todo el cuerpo con una navajita.
Era como el comienzo de la vida y de la risa, era el significado verdadero del sol. Apagamos las luces y yo me puse encima de ella. Llevaba mi maleta conmigo. Wilbur era un tipo viejo, con el pelo gris y con un solo brazo. Finalmente dijo: —Bueno, subid arriba. Chicas, este es Henry Chinasky. Ha publicado cosas en revistas. Se titula «El emperador de San Francisco». Las chicas tienen mucho talento.
Creo que me voy a morir. Los doctores no saben encontrarme nada. A todos nos agradaba Wilbur. Nos dice cosas desagradables y nos arroja monedas. Dice que eso es lo que valemos. Se puede poner muy desagradable.
Wilbur se dio la vuelta en el taburete. Fue endemoniadamente divertido. Le pude ver sentado al borde de su cama en ropa interior. Le gusta acoger en su casa a las chicas de los bares que no tienen sitio donde dormir. Pero todo lo que las da es cama y comida, nada de dinero. Empezamos los dos a vestirnos.
Salimos justo a tiempo. Wilbur no dijo nada. Estaba de resaca. Era su turno. Fue un viaje placentero. Subimos a bordo. Como un emperador. Todas las chicas se apelotonaron a su alrededor. Nos acercamos a la nevera. Estaba llena de comida y bebidas. Encontramos una botella abierta de whisky y la sacamos. Tengo miedo de que salte por la borda. No quiere hablarme.
No sabe nadar. Tengo miedo de que se tire al mar. Tiene carreras en las medias. Puso en marcha el motor, dimos media vuelta y pusimos rumbo a San Pedro.
Le tiene odio al agua. Cono, no es tan sencillo. Nunca tiene bastante. Tiene miedo de morirse y quiere hacerlo todas las veces que pueda.
Todos bebimos en recuerdo de aquello. Eso fue a primeras horas de la tarde. Nosotros esperamos y seguimos bebiendo. Laura y Grace estaban borrachas y discutiendo acerca de algo. Somos amigas. Ha dicho que vale. Era jodido. Henry es una buena estufa. Yo soy la mujer de Wilbur. Laura es mi amiga. Era algo bueno. Fui muy lentamente. Midiendo mis sacudidas.
Oh, es tan guarro, es tan cochino, este joder y joder y joder Se lo voy a tener que decir a Laura. Hacen falta dados y dinero. Sacad vuestro dinero, ponedlo enfrente de vosotras.
Yo no tengo mucho dinero. Iba a ser una buena noche para todos. Me gusta dejar al vejete con ganas. Henry no estaba, Laura tampoco estaba. Como me pasaba levantado casi toda la noche y me despertaba muy temprano, estaba siempre cansado, con todo el cuerpo dolorido. Todo en perfecto orden. Era inmenso, correcto, ordenado Me tapaban.
No soy un hombre de damas. Nunca lo he sido. Tres o cuatro meteduras de pata en los repartos y estabas despedido. Eramos tres. Uno, yo. No pude culparla por no mostrarse muy amigable conmigo. El tercero era Alabam, un ladronzuelo de poca monta. Yo nunca le he visto llevarse nada. Yo era un hombre nocturno. Era una mujer fuera de lo corriente. Eso soy yo. Sus ojos me miraban profundamente.
La hora de entrada era a las 8. Me faltaban tres botones de la sucia camisa. Ellos trabajan una jornada de ocho horas. Poco a poco me fui abriendo camino. Ya sabe lo que son estas cosas. Estoy en mi luna de miel. Es muy bonita, pero no es mi tipo.
Hansen se dio la vueta. Los caballos estaban calientes. El coche de treinta y cinco pavos casi siempre arrancaba, ese no era el problema; el problema era poner las luces. Yo pasaba por encima. Jan rebotaba de arriba a abajo, tratando de sostener su botella de oporto.
Yo me aferraba al volante y trataba de divisar un poco de luz carretera adelante. Oporto y moscatel. Dijo que iba a por un paquete de cigarrillos». Quiero saber la hora. Sabemos que se adelanta 35 minutos cada hora. Muy bien. Esto son 7 horas y media. La mitad de 35 son 17 y medio. Eso nos da minutos y medio. De acuerdo, eso son 4 horas y 43 minutos y medio que le restamos y que nos lleva a las 3 menos 12 minutos y medio. Es la hora de almorzar y no tenemos nada que comer.
Voy a salir a la calle a conseguir algo Pero primero, un buen trago de vino. Hasta luego, Jan. Estaba entre la sexta y Union Street. La tienda de verduras estaba junto a la calle. Estaba hablando con una mujer.
Luego me fui caminando hacia el oeste. Estaba montado en un camello cruzando el Sahara. Caminaba de una agencia a otra, en un peregrinaje sin fin. Bomberos arrastrando largas mangueras de gruesa lona. Bomberos vestidos de amianto.
Bomberos con hachas. Estaba en Flower Street, bajando por la Onceava calle. Tuve que hacer el nume-rito para conseguir el empleo —les dije que me gustaba pensar en mi trabajo como un segundo hogar. Era el empleado de recibos. Me ayudaba a olvidarme del gran edificio. Y no sale favorito. My Boy Bobby va a ganar. A las cinco en punto nos largamos. Manny estuvo colocando cajas de repuestos en una repisa trasera. Lo conseguiremos.
Los hijos de puta se llevan el veinticinco por ciento del dinero apostado. En Alemania se llevan el cincuenta. Los mamones se creen que todo lo que tienen que hacer es acertar el ganador.
Pero un buen jugador puede pasarse ese robo por el culo. Llegamos a la entrada del parking. Manny me sacaba cuatro cuerpos en la explanada del parking. Pude ver los caballos en la valla de salida. Hicimos un sprint desesperado hasta las ventanillas de apuestas. El caballo 3 era el favorito: 6 a 5.
Era un premio de 8. Iba corriendo con potencia y relajado. Era un truco que a veces utilizaban los jockeys. Pero Bobby volaba por la inercia. Siempre escogen el caballo equivocado. Mis ambiciones sufren el handicap de la pereza. Nos gustaba Hap-py Needles. Ella estaba acostumbrada a sus cuatro polvos diarios y a verme pobre y humilde. Cuando llegaba por la noche, ella siempre estaba sumergida en su vaso de vino. Estaba completamente vestida; con tacones altos, medias de ny-lon y las piernas cruzadas bien altas, balanceando el pie—.
Ahora consigues tener unos cuantos pavos en el bolsillo y dejas de ser el mismo. Llevaba puesta una costosa camisa amarilla, bastante chillona, y unos pantalones nuevos, verdes con rayitas blancas.
Ella me gritaba, agarraba su bolso y se largaba pegando un portazo. Jan me vio llegar. Luego me fui tranquilamente caminando hacia la salida.
Fui caminando de regreso por la calle Alvarado. Entonces Mantz se alejaba. Mis bolsillos estaban repletos de dinero de apuestas. Es todo lo que tengo que dar, es todo lo que un hombre tiene. Dijo que el trabajo era su segundo hogar. Si hay alguien que haya perdido en este trato, en este puto arreglo Incidentes como este —que no paraban, uno tras otro— nos costaron mucho dinero.
Las carreras de cuarto de milla eran una novedad por aquel entonces. En dieciocho segundos eran un ganador o un jodido perdedor.
Luego bajamos al bar a estudiar nuestros programas Hicimos nuestras apuestas para la siguiente carrera y volvimos a nuestros asientos. Hizo una mala salida y tuvo que correr retrasado. Los dividendos de la siguiente carrera ya estaban puestos cuando entramos. Yo nunca me miraba en los espejos. Es un viejo zorro con un par de cojones. Las piernas de ambos se apretaban. Me apodan Neblina. Se miraron a los ojos. Los dedos del viejo se aferraban al banco. Estaba suspendido bajo las tribunas.
Fue cayendo muy despacio. La gente a nuestro alrededor pasaba de todo, con las narices metidas en sus programas. Salimos por la verja lateral. Era una tarde benigna, no demasiado ca-lurosa, un clima agradablemente templado. La pierna de Jan estaba encima de mi tripa. Era objeto de burlas y bromas y me tomaban el pelo como a los otros dos idiotas del colegio. Cuando me acosaban no me acojonaba. Nunca me atacaron y al final se iban a por alguno de los otros y le daban de hostias mientras yo observaba.
No estabas tan borracha. Tu aspirante a amante con los ojos azules con Me estuviste hablando de tus padres. Tus padres te odiaban. Por la falta de amor. Todo el mundo necesita amor. Forma parte de uno mismo. Loved each and every part of this book. I will definitely recommend this book to fiction, classics lovers. Your Rating:. Your Comment:. Home Downloads Free Downloads Factotum pdf. Read Online Download. Great book, Factotum pdf is enough to raise the goose bumps alone.
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